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Historias de proyectos y experiencias que fomentan la innovación social, mediante emociones, cooperación y participación en un grupo.

Emociones y acción

Emociones y acción publica.

Hoy hablamos de una experiencia positiva que nace aquí y que se extiende a toda España.

Casi siempre hablamos de emociones públicas para criticarlas. Estos años de populismo en Europa y América nos han presentado muchos ejemplos de un uso abusivo de las emociones. Tal vez por esto algunos llegan a identificar emociones y populismo, sin pensárselo demasiado.

La verdad es que en Gente Creativa ya descubrimos cómo las emociones gestionadas con respeto (digo respeto) para las personas no tienen nada de populistas. Hace pocas semanas hemos presentado una experiencia del Perú que ya lleva funcionando unos 30 años y que es un magnífico ejemplo de cómo las artes del circo como espacio de convivencia pueden sobrevivir en un pueblo martirizado por la guerrilla de Sendero Luminoso y por el ejercito de Fujimori. Técnicas artísticas que fomentan emociones colectivas y autoestima en un pueblo desgarrado por la guerra. Han publicado un libro con imágenes que os recomiendo.Derecho a la sonrisa

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Pero no siempre hablamos de casos positivos. La realidad es que los movimientos populistas tienen mucho impacto y llegan a movilizar a mucha gente. Jugando hábilmente con emociones son capaces de neutralizar el sentido crítico de muchas personas que teníamos por gente razonable. Todos tenemos referencias próximas.

Pero hoy presentamos una experiencia pública positiva a gran escala. Hablamos de la PAH, la plataforma para la hipoteca, que nace en Barcelona en 2006 y se extiende por toda España. Veremos que la PAH trabaja de forma totalmente diferente al populismo. Podríamos decir que es como la antítesis.

Curiosamente, la PAH nace en el Área Metropolitana de Barcelona y entre sus líderes contaba con una persona bien conocida, Ada Colau, actualmente alcaldesa de Barcelona y líder de un partido político. De esta etapa actual no hablaremos, es realmente otra historia. De hecho, parecen dos personajes muy diferentes.

En el año 2006 se pone en marcha la Plataforma que quiere hacer frente a un grave problema social. Mucha gente se encuentra impotente para pagar la hipoteca del piso y el banco le aplica el contrato. La familia se ve expulsada de su vivienda por el juez.

La crisis ya empezaba a hacer daño y los primeros que lo sufrían eran los más débiles. Muchos habían llegado de otros países, habían encontrado trabajo en la construcción y se habían comprado un piso. Cuando comienzan los efectos de la crisis y se quedan sin trabajo, no pueden pagar la hipoteca y se quedan también sin vivienda.

Hay que tener en cuenta que los contratos de estas personas eran abusivos, leoninos, como dicen los abogados. La ley trabajaba a favor de los bancos, como se constató más tarde con las sentencias del tribunal europeo que obligaron al Congreso a cambiar el marco legal. Pero al principio, la situación parecía imposible de superar. Había que enfrentarse a los bancos. Y lo hicieron.

Es aquí donde hay la diferencia. Como lo hicieron? Se puede decir que la PAH rompió con la tradición popular que Barcelona conocía muy bien, especialmente, en la transición democrática.

El método de la PAH

Los primeros afectados por la crisis de las hipotecas llegaban a la Plataforma en las peores condiciones. Eran gente fracasada, vivían una depresión. Muchos venían de fuera, no tenían contactos, ni sindicato, ni partido político, ni parroquia. Estaban aislados, no estaban indignados sino deprimidos.
La Plataforma inicia con cada uno un trabajo de recuperación de la autoestima. Trabajan en grupo con otros afectados. Aprenden a ayudarse mutuamente. Aprenden a entender el lío jurídico donde se han metido, gracias al contacto con otros afectados más entrenados. Asisten a las movilizaciones de la PAH contra cada desahucio.

En esta fase cambian las actitudes y se crean nuevas emociones con gente que no conocían, que tenían otros orígenes. No reciben un favor de una organización que les generará dependencia, sino que aprenden a dar, a ayudar. Viven la empatía con los demás, la solidaridad, la dignidad.
Muy pronto aprenden a hablar de una forma diferente. No viven la crisis de la que todo el mundo habla, sino la estafa que los bancos les prepararon con contratos abusivos. Aprenden la autoestima del grupo: «Somos los mejores, somos pobres pero tenemos dignidad, ética. La vivienda no es un negocio, es un derecho”

Contradicen el lenguaje que la sociedad ha inventado para condenarlos: «No somos nosotros los que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades»

No se trata sólo de palabras. También juegan con acciones. Aprenden a manifestarse en cada desahucio, aprenden a negociar para alcanzar soluciones viables, buscan firmas para promover una iniciativa legal en el Congreso de los Diputados, presentan denuncias contra los bancos que dejan vacíos y abandonados los pisos que han recuperado, aprenden a pactar con los partidos políticos.

No están en la «lucha por el poder» sino en la solución del problema. No han encontrado un salvador sino que aprenden a ayudar y recuperan la dignidad y el empoderamiento. Ya lo vemos: hay formas para gestionar emociones colectivas que no son un atentado contra la dignidad de las personas ni contra su sentido crítico. Que representan un progreso personal y que refuerzan la libertad de cada uno para tomar las opciones políticas que quiera.

Algunos pueden pensar que acciones como la PAH no valen la pena. No ayudan a conseguir el poder. Cabe preguntarse, sin embargo, si podemos olvidar la gestión respetuosa de las emociones si queremos luchar contra los populismos y desprogramar los adictos de los grupos políticos sectarios.

Postdata
Para los que quieran más detalles: el 2 de febrero de 2017 se presentó un documento preparado por la Fundación Rafael Campalans en Sant Cugat del Vallés, con un análisis más completo de la política emotiva de la PAH. En este link se puede encontrar el pdf correspondiente.

Fundació Campalans

 

 

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